Accidente de Hipólito Yrigoyen: Dos héroes

Héroe 1 (Hacer click para agrandar la foto)
Natalia es una trabajadora de la casa Distri/Sur Profesional, una chica que dejó su tranquila mañana para socorrer solidariamente a la mujer accidentada que se encontraba tirada en el asfalto.
Natalia es jóven, pero ello no es un obstáculo como muchos a veces quieren hacernos creer. A pesar de ello fue la primera y la única entre cientos que tuvo la fortaleza para enfrentarse al dolor, al miedo, al terrible momento que se planteaba: una mujer entregada entre heridas, que gritaba, que perdía sangre y estaba consciente de su estado.
Natalia arrodillada junto a la mujer le hablaba y trataba de consolarla, diciéndole: "estoy acá con vos, te acompaño no estás sola". Y así sucedió; podemos verla en las imagenes tomadas.
Rodeada por agentes de policía de tránsito, motos, gente que miraba, murmullos, vehículos que pasaban; personas que husmeban la bolsita de pan tirada a un costado del cordón y que la mujer llevaba a su casa;
Natalia es mujer, por eso lleva consigo el alma de la protección. Ella no se separó un sólo momento de la persona que custodiaba porque, intuyo, era como una necesidad de "salvarla", "protegerla".
Y eso, no lo hace cualquiera, no es una acción de cualquiera en este mundo atomizado, induvidualista o un alma común entregarse a un acto de amor tal.
Eso no lo hace sino un ángel.

Héroe 2
Algunos ojeaban, miraban de costado como para ver pero para irse rápido del lugar si lo que veían no les gustaba. Muchos pasaban, hablaban, teorizaban acerca de lo que había pasado. Otros que rodeaban a la muer dolorida, atropellada, caían atónitos ante su impasividad. Diría que más de 150 personas agolpadas allí frente al cuerpo herido asistían impávidas, inmóviles a ese trmendo acto sin hacer ni mover un dedo.
Pero no todos son así. Tampoco todos tienen chapa de héroe. Así, vemos a alguien acercarse rápidamente, arrodillarse junto al accidentado, mirar, observar mientras calzaba unos guantes de látex, con calma pero con seguridad y premura, palpar, sondear profundamente las heridas y calmar con palabras y anhelos.
Ezequiel no es cualquiera, por muchos motivos. Primero porque es uno de nuestros Bomberos de Lomas de Zamora. Y a sabemos de sus entregas cotidianas.
También es jóven, pero no por eso invalidado para hacer lo que hizo. Se lo puede ver de remera negra junto a la mujer accidentada. Estuvo trabajando por más de 20 minutos hasta que llegó la ambulancia. Al llegar ésta, además de haber socorrido a la persona accidentada, actuó de bombero, médico, hijo y mucho más: colocó el cuello ortopédico, acomodó los brazos doloridos de la mujer y su cuerpo desplomado por los golpes en la camilla.
Pero él, Ezequiel, un hijo pródigo de la solidaridad, del servicio hacia los demás, marca la diferencia.
Después de todo esto, juntó las gasas y limpió la sangre que fluía por el asfalto. Y lo vimos desaparecer tan anónimamente como llegó. Sin pedir nada, sin hacer espamento, sin simular ser algo que él seguro no cree ser, pero para miles de lomenses, sin duda alguna es: un ejemplo de servicio, de humano, de persona y profesional.
Algunas mujeres dejaron caer tibios aplausos y algunas lágrimas, tal vez porque notaron este mensaje solidario.
Dos héroes anónimos, jóvenes lomenses, trabajadores anónimos como tantos otros que tenemos y no sabemos o no queremos reconocer que están.