Borís Martynov, doctor de ciencias políticas [1]
Acaba de concluir en Hainan (China) la tercera cumbre de los países del grupo BRICS. La organización carece de estatutos, no tiene estructura y es, desde el punto de vista jurídico, una organización “fantasma”. Aún así, el “fantasma” tiene ya más de tres años, ha ampliado el número de integrantes ( Sudáfrica) y a nivel colectivo ejerce una influencia cada vez mayor. Prueba de ello fue la votación de la resolución sobre Libia en el Consejo de Seguridad. Sin embargo, el factor clave sigue siendo el notable crecimiento económico de los países integrantes del grupo, razón por la cual los expertos de Goldman Sachs acuñaron el acrónimo BRIC en 2001. Pronosticaron que el PIB de los países “emergentes” acabaría superando al de los países del G7.
La crisis económica que ha sacudido al mundo no ha hecho sino confirmar el pronóstico y en la actualidad ya ha dejado de percibirse a los BRICS como un mero exotismo, una sopa de letras de países que han osado desafiar a los “gerifaltes” de la economía y la política mundial. Sin embargo, conviene retroceder un paso para observar el fenómeno seriamente, sin excesiva emoción. ¿Qué significa la aparición de los BRICS? Sería absurdo pensar que a estos países les gustó tanto el pronóstico de Goldman Sachs que decidieron cumplir las expectativas. Recordemos que ya en 1997, el entonces primer ministro ruso Primakov sugirió la idea de formar un bloque llamado RIC (Rusia, India y China), y que a finales del siglo pasado Brasil comenzó a promover la idea de una mayor cooperación entre los países emergentes. De ahí que haya organizaciones como la OCS (Organización de Cooperación de Shangai), que avala una intensa colaboración entre Rusia y China en diversos asuntos (India desea sumarse también), o como la organización IBSA (India, Brasil, Sudáfrica), donde los grandes países del Sur trabajan para garantizar la seguridad y ayudar a los países más pobres del planeta. Todo esto demuestra que las raíces del grupo BRICS son profundas y que el potencial es aún mayor de lo que creían los expertos del banco de inversiones.
Para no abrumarlos con cifras, a pesar de que son muy convincentes, centrémonos en los aspectos políticos. La aparición de organizaciones que son fantasmas jurídicos (G7, G20, BRICS) es interesante en sí misma. Pone en evidencia el desequilibrio de la política mundial y la falta de confianza que hay en las estructuras formales de cooperación internacional que se formaron durante la Guerra Fría y que desde su conclusión han ido perdiendo peso. Esto se debe en gran parte a que la fuerza del derecho (en el que todavía creemos la mayoría de nosotros) no ha logrado sustituir a la “ley del más fuerte”. Los intentos del “occidente colectivo” liderado por EE UU por imponer al mundo sus condiciones (y la creación informal del grupo G7 no ha sido otra cosa que un intento por parte de las mayores economías del mundo de imponer sus propias reglas del juego) han fracasado, como quedó demostrado a raíz de los sucesos de Afganistán e Irak y de la crisis económica y financiera mundial. La revista “The Economist” lo señaló claramente cuando dijo, en un artículo publicado en 2007, que la autoridad era una materia prima que escaseaba en el mundo.
¿Qué pueden ofrecernos los BRICS? Habrá quien responda que “el tiempo lo dirá”. Y hasta cierto punto, así es, ya que la organización tiene de momento un carácter más bien futurista. Si el pronóstico se cumple, sus miembros no estarán “en plena forma” hasta las décadas de 2020 o 2030. Será entonces cuando podamos hablar.
Lo malo es que tal vez no haya tanto tiempo. Los problemas del mundo se multiplican y si bien es cierto que se han identificado, lo que no se ha hecho es abordarlos: el déficit de autoridad no conduce a una toma de decisiones responsable. No es de extrañar que proliferen los pronósticos y las profecías que preven un escenario apocalíptico. ¿No creen que ha llegado el momento de ser proactivos?
Las decisiones tomadas en las cumbres del grupo BRIC (BRICS) de Ekaterimburgo, Brasilia y Hainan son una prueba de que sus miembros están dispuestos a descartar el modelo de desarrollo de orientación occidental (abandonando el dólar como moneda de liquidación universal, por ejemplo). Quizá se trate sólo el principio. ¿Será para bien? A fin de cuentas, el mundo se ha regido por este modelo de desarrollo desde hace quinientos años. En cualquier caso, el nuevo modelo merece una posibilidad. Mientras el mundo siga dominado por una sola civilización, una sola cultura, un solo estilo de vida y una sola moralidad, el mundo multipolar será una quimera. Aunque el orden de los factores no altera el producto. Esto mismo es lo que podría suceder si la política de los BRICS se limitara al establecimiento de objetivos tácticos, es decir,: mayor representación en el FMI, el Banco Mundial y el Consejo de Seguridad de la ONU a través de la admisión de India, Brasil y Rusia en la OMC, etc. De ser así, el grupo BRICS sería irrelevante.
Sin embargo, el juego sería muy distinto si los líderes de los países emergentes tuvieran la precaución de seguir comprometidos con la filosofía de múltiples civilizaciones como forma de comunicación internacional. Tengamos en cuenta que todos y cada uno de los países del grupo BRICS son una civilización de pleno derecho. Además, no se trata de negar a la civilizción occidental sino de absorber las mejores aportaciones una vez que ya hayan agotado su potencial de desarrollo. Tienen que contribuir a que la humanidad supere los problemas que asolan el mundo y que cada vez son más graves. Rusia y Brasil, en tanto que civilizaciones “limítrofes”, han desempeñado un importante papel tendiendo puentes entre oriente y occidente, norte y sur. Habrá quien opine que esto es una utopía. La brecha que separa a las civilizaciones, la cultura de los distintos pueblos y las regiones no sólo no se acorta sino que se agranda por momentos. El lastre de los malentendidos mutuos pesa cada vez más y esto va en detrimento de una toma de decisiones conjunta. Aunque siempre que la humanidad se ha visto en la necesidad de tomar decisiones difíciles ha estado a la altura de las circunstancias. Esperemos que esta vez también sepa estarlo.
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[1] Borís Martynov, Doctor en Ciencias Políticas, Subdirector del Instituto Latinoamericano de la Academia de las Ciencias de Rusia.
Fuente: http://bit.ly/h1TII9
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