domingo, 9 de noviembre de 2008

Estaciones vacías

El improvisto que avisa
Cuando suceden hechos, cualquiera sea su naturaleza, un llamado de alerta, atención está expectante, atento. Situaciones en las cuáles pueden ocurrir desastres de importancia en donde se involucra la vida humana, el alerta debe ser mucho más que mayor, debe ser inmediato.
El caso que me ocupa en este momento hace referencia a cualquier estación del ex Ferrocarril Roca. Ya no se trata sólo de falta de mantenimiento –aunque ahora se ve movimiento en obras- , de infraestructura, de horarios, aseo, vigilancia. Ahora y desde hace al menos 5 años a la fecha, la trampa en las estaciones de trenes es un aspecto que puede ser signo decisorio entre la vida o la muerte, entre la atención rápida y personalizada o la desesperación de no saber qué se debe hacer ante un problema de accidente ferroviario.
La carencia de políticas acordes que signifiquen brindar “servicios integrales” y no sólo y esporádicamente inversiones de obras que siempre son insuficientes son temas actuales pero nos referiremos de ellos en otro informe.

Las rejas de la recaudación

Negación cultural como la llamaban que provino de la inmensa masa de empobrecidos que utilizaron el tren “gratis” –porque todos lo pagamos con nuestros impuestos- luego de la destrucción en materia laboral provocada durante la década de los 90 con el menemismo y su política neoliberal.
Recuerdo ver que la gente decía: sino viajo en tren de esta manera no llego o no puedo trabajar. No me alcanza el dinero. Producto de esta “democracia mercantilizada” a la que millones de personas fuimos empujadas. Desde luego que el tren siempre fue un servicio popular. Los de dinero no viajan en este tipo de transporte. La masa trabajadora y de clase media lo hace. No recordaban esos “empresarios inescrupulosos” que los boletos, las estaciones, los vagones y todo material ferroviario era y aún es mantenido por la propia “gente evasora” a la que ellos se referían. ¿Cómo? A través de los millonarios subsidios que el Estado aportó a esa empresa que cerró ramales, no invirtió un solo peso para mejorar el servicio y además, se robó y vendió todo lo que pudo.
Las rejas presuponen un laberinto sin salida. Ante un accidente en las plataformas, en las vías dentro de la estación uno se pregunta cómo se hace para salir de esa trampa, cómo ingresa una ambulancia, médicos, bomberos. Cómo las autoridades pueden prevenir todos estos hechos si el sistema que está instalado no se supera, ni siquiera contempla un servicio médico en cada estación.
Si hay supuestos podemos mencionar miles. Eso hace que personas capaces, idóneas en materia de prevención ferroviaria puedan discernir que para que un servicio sea efectivo hay que contemplar supuestos máximos y mínimos. Tal el caso supuesto de un tiroteo en las plataformas de la estación de la estación por ejemplo. Aquí no imagino sino, una avalancha de personas intentando salir del lugar, pisándose unas a otras, niños, embarazadas, chicos, trabajadores que desean volver a sus casas con sus familias. Nadie escapa porque las salidas están enrejadas. Nos rasgamos las vestiduras por Cromañón y creamos uno a cada paso. Las rejas han sido una etapa no superada del servicio para enriquecimiento de la empresa y no del servicio con mejoras para los usuarios.

El caso de hoy: seguridad, dinero, incompetencia Una mamá con su bebé en brazos está atenta a bajar en la estación de Lomas de Zamora. Al abrirse las puertas corredizas y a una distracción de la mamá, la manito del pequeño queda atrapada por la puerta. Gritos, más gritos, llantos, corridas, desesperación. Un médico gritaba uno, una ambulancia pedía otro, hielo traigan hielo reprendía un usuario con indignación. Nada de ello ocurría. Nada de nada. Ni ambulancia ni médico ni primeros auxilios ni hielo. Sólo una madre gritando y un bebé llorando a gritos a un costado de la estación con su manito lastimada.
Y rodeado de gente impotente, sin preparación, que intentaba “salvar las papas” a un servicio al que sólo le interesa recaudar. Tres gendarmes, otros tres con pecheras verdes de la estación –seguridad privada-, más dos con pecheras del ferrocarril -¿Empleados?- que miraban a la mamá sin saber ni decidir qué hacer. Es decir, seguridad por todos lados, más y más control, pero servicios, poco y nada. Claramente la estrategia está montada: naturalizar la incompetencia. Varios usuarios recomendaban que alguno acompañara urgente a la madre al hospital Gandulfo –a dos cuadras del lugar-. No atinaban a nada. Sólo a decir: váyanse que estamos a cargo. Un muchacho de la estación o que simulaba trabajar en ella y no mostraba la más mínima noción o idea de cómo actuar en estos casos reprendía a la gente: váyanse, nos hacemos cargo.
De mala manera, nervioso porque tal vez, saben que esto no se debe dar a conocer. Y además, pensando que la negativa a ir al hospital también tiene una explicación poco grata. La madre puede hacer una denuncia. La madre puede reclamarle a la estación que no tiene un mínimo servicio de salud. La madre puede hacer conocer a la ciudadanía, a ustedes, que no cuentan con ningún tipo de emergencia de salud en caso de un accidente inmediato que, como decíamos al principio de esta nota, hace la diferencia nada más y nada menos, que entre la vida y la muerte.
Ahora fue un llamado de atención. Un aviso pequeño. Esperemos que las autoridades designen partidas presupuestarias, que la municipalidad intervenga a través del intendente, que el Concejo Deliberante de cada zona exprese su preocupación por estos hechos, si realmente dicen que la salud y la vida del pueblo les preocupa.
La trampa de las rejas perimetrales de acceso a las plataformas de ascenso al ferrocarril es uno de los problemas del ferrocarril, además de otros de infraestructura como la distancia del tren y la plataforma. Desde la anterior administración –TBA, ex Ferrocarril Roca- de Taselli, se privilegió la mercantilización de la vida humana a costa de no perder dinero. Afirmaban que la “negación cultural” de los usuarios a sacar boleto causaba un tremendo perjuicio económico a la empresa licitataria.

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