Elección 2009: ¿Esperanzas?
Nuevamente pensamos que con el voto solucionamos nuestros fracasos internos de esperanzas, de una vida mejor, de quitar lo que nos estorba para configurar una realidad más apta a nuestras necesidades.
Puede ser que el espíritu de la denominada “democracia” traiga implícita esa idea aunque en nuestro país sólo se instala como una oportunidad en algunos casos y en otros como una obligación de acceder a las urnas y colocar una lista de candidatos en un sobre que luego decidirá los destinos de un país.
Digo colocar una lista de candidatos porque como bien dijo un dirigente justicialista de Lomas de Zamora “los que eligen son los dirigentes, ya que a dedo desigan a tal o cuál candidato. Vos solamente votás” Y tiene razón.
“El que no tiene pecado…”
El entuerto que intentan impulsar los partidos de la oposición con la boleta única con el fin de evitar, según su criterio, el fraude electoral constituye una fábula con algún contenido moralizante o didáctico. Simplemente porque en primer instancia se puede anular fácilmente con una tachadura demás. En segundo lugar porque sigue siendo una farsa desde el momento en que los electores no conocen a los candidatos, en la mayoría de los casos ni siquiera uno de 20.
Por otra parte, los personajes de esta narración son políticos, empresarios, comerciantes, militantes de ambos bandos, que intentan mostrar sus habilidades éticas, figurativas –la boleta puede ser grande como la Bandera Nacional, por su tamaño- y acuden a nombres de personajes que a veces son humanos, otras animales y tantas igualmente, entes misteriosos.
Podemos contar en esta fauna con innumerables gustos de pronombres como “pingüino”, “los gordos”, “la gorda”, “polera”, “coquito” para hablar de otros como “bigote”, “el chancho”, “el marciano”, “niño bien” y así hasta nunca acabar.
En este caso, nada es inverosímil como en la fábula. Aquí todo se puede dar. Porqué? Por que es política.
Volver…
Lo cierto es que volvemos, es decir, estamos siempre en la conjugación verbal pasado. Nunca es futuro o presente, siempre pasado.
Así es que vuelven los Duhalde, Amadeo, Solá, Kirchner, los empresarios agroindustriales, los del campo, los de la industria… Siempre agazapados para asestar golpes a los trabajadores, al crecimiento sostenido igualitario, al consumo, a la Patria para todos, a la distribución equitativa de la riqueza. Pero nada de esto sucede.
Lo que sucede es que volvemos a los impuestazos y a la recesión industrial y de consumo, tal como sucedía el 2 de abril de 1977 cuando el ministro de Economía de la Dictadura de Videla, Martínez de Hoz, instalaba su plan económico que destruiría el trabajo, el salario y más que nada la entrega de activos, la economía, y el endeudamiento nacional a manos extranjeras. Tras ello la desaparición, persecución, robo sistematizado de niños y bienes.
Obviamente este Gobierno no es eso. Pero sí tiene e impulsa mecanismos tales como el PUREE –Programa de Uso Racional de la Energía Eléctrica que es más ni menos que el sistema de premios y castigos de la Dictadura- no para castigar a los que más tienen y menos pagan porque evaden, sino para castigar a los que menos pueden, clase media y baja.
Los ejemplos son claros: miles de trabajadores que gastaban 70 u 80 pesos bimestrales han visto en sus boletas aumentos del 200 o 300 por ciento. Y hablo de trabajadores, hogares comunes.
Todavía volvemos cuando observamos un impuesto como el IVA, que siempre pagó el pueblo, es decir, los trabajadores. Porque en materia económica todos saben que al depreciarse el salario, al incrementarse la inflación y los precios, los que más pierden son los asalariados: deben volcar más cantidad de dinero de sus salarios para llegar a los niveles deseables mínimos para vivir.
El IVA durante la Dictadura de Videla (1976/1981) fue uno de los impulsores de la política devastadora de la clase trabajadora y del salario real. El impuesto era una gravación a la leche, el pan, la vestimenta, los transportes, servicios. El consumo popular estaba “gravado” y agravado. En cambio los títulos que cotizaban en la Bolsa de Valores, el oro, los movimientos bancarios y todo lo que implicara quitarle o gravar la ganancia y renta de los ricos, carecía de impuesto. Si hoy miran la Ley de IVA, verán que sigue igual.
Tal vez veamos que la Ley de Radiodifusión, ley de la dictadura y ya no tanto, a más de 25 años de Democracia los hombres y mujeres de la política ni siquiera han intentado cambiarla. Sólo hubo “maquillaje”, lo mismo que la Ley de “Entidades Financieras”, también de 1977.
Por otro lado están los oligarcas, los dueños de los hóldings amigos de los gobiernos de facto, los dueños de la renta agrícola, los que desestabilizan, los que apostaron siempre a un país rendido y vendido. Estos forman parte de la élite desestabilizadora, porque además, el Gobierno se deja desestabilizar con los mecanismos que está imponiendo.
La crisis del campo no es la de los empresarios, sino de la gente trabajadora que siempre fue explotada. Miren los niños ajeros de Mendoza, los cañeros de Tucumán, los yerbateros de Misiones y los fruteros del sur. Ni hablar de las mafias del Gran Buenos Aires que emplea a niños para pedir, vender droga o robar.
Miren las familias enteras que trabajan 12 o 14 horas por día para hacer un salario viable, tal como sucedía con las familias en la primera Revolución Industrial.
Así y todo, prefiero al Gobierno con sus debilidades. Pero prefiero a un Gobierno que crea en la gente y cambie en acciones plenas y prácticas: distribución equitativa de la riqueza, industrialización con mano de obra calificada, producción con valor agregado, política educativa con visión global, reducción de la presión impositiva para el pueblo y aumento para los que se hicieron “la Argentina” a costa del Estado y los ciudadanos.
Empecemos por ello. Y esto no quiere decir que el voto sea para el Gobierno. Hay innumerables fuerzas progresistas y políticas con intereses nacionales y visión de un país federal que deben participar y ser electas. Porque lo peor para un país es el unipartidismo.
No nos olvidemos del interior de nuestro país, que siempre son los olvidados. Olvidados por el Estado en primer lugar, por sus dirigentes en segundo y maltratados por los empresarios que los explotan.
Hay suficientes datos, argumentos, notas que corroboran esto. Y es así que siempre volvemos, nunca somos. Carecemos de esa idea central, ese concepto llamado nacional, en presente: soy argentino, esta es mi Argentina. Siempre escuchamos decir: vamos a hacer, en 2011 vamos a traer mejoras, vamos a cambiar el país. Y así seguimos.
Sí hay una moraleja en esta fábula que crece día a día con el acompañamiento y el juego que también realizan los hóldings mediáticos.
Por más que intenten con maquillaje, debajo se ve el pelaje. Aludiendo a gorilas, a gatopardismo, a nepotismo, a caudillismo, a dictadores y traidores.
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