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Domingo 1 de febrero, 5 de la tarde. Plaza Grigera frente a la municipalidad de Lomas de Zamora. Un espectáculo con música, grandes y potentes bafles, consola y “racks” con varios efectos. Hace calor. Una centena de personas, mayormente de la tercera edad, instalada en sillas frente al escenario principal.
En los alrededores por la calle Portela hacia el norte chicos en los juegos, parejas enamoradas, la feria artesanal.
Hacia el oeste el show municipal, y entre medio de estos dos espacios, el arenero público con “juegos” para los más chicos y el “parque privado” con juegos para los que pueden pagarlos. Hasta ahí, pareciera natural esta postal local del Conurbano bonaerense.
Del lado privado, todo enrejado, con una imponente calesita, inflables, espacios de comidas, aseo y aunque pareciera que son seguros, algunos no lo demuestran
El caso que nos toma aquí parece desafortunado, como que ocurre casi nunca. Sin embargo nada de eso es verdad. Ocurre muchas veces. Lo que sucede es que cuando uno visita una plaza no presta atención a lo externo, lo que pasa alrededor.
Mientras observaba a unos chicos jugar con una especie de hamaca en donde van parados sobre dos tablones gruesos de aproximadamente metro y medio de largo, apoyado sobre una estructura de hierro que lo hace moverse en vaivén, me llamó la atención la peligrosidad del mismo.
Es así que un chiquito de unos 6 años, empujaba con sus manos un extremo del juego al que estaban subidos 4 nenas de unos 7 u 8 años de edad. Momento tan angustiante cuando el chico que empujaba se zafa en un movimiento de ascenso del juego y al querer incorporarse es golpeado por los tablones en su cara; más específicamente en la parte superior izquierda de su cabeza. Saltó la sangre por el aire y tiñó de rojo la arena y el rostro del nene que quedó atrapado debajo del juego.
Atiné a sacarlo, grité pidiendo médico, agua, donde había una canilla. Caminé desesperado con las manos ensangrentadas hacia la calle Manuel Castro y apareció la madre, quién no sabía como actuar.
Le dije que fuésemos al local de la dirección de Cultura que se halla frente a la Plaza donde fuimos atendidos por dos personas mayores. De inmediato se comunicaron con el servicio médico con ambulacia. Tardaron 20 minutos en llegar. Entretanto uno de los trabajadores de cultura alcanzó hielo y nos ofreció un lugar para refrescar al nene que sangraba profusamente. Tanto ellos como una mujer que manejaba un handy salvaron la situación con lo “poco” que tenían pero con mucha voluntad.
Muchos vecinos coincidieron en que hay una falta de madurez por parte de las familias que dejan a sus chicos sin controlarlos y además, falta de estructura municipal en cuanto a atención médica, servicios de baños y agua para la plaza.
También es muy peligrosa la conexión a la corriente eléctrica para hacer funcionar los equipos de audio en donde se desarrollan los espectáculos. Expuestos a cualquiera y cubiertos a medias solamente por una tapa.
El ícono del abandono lo refleja el monumento a la plaza que se halla por la calle Sáenz, casi frente a la Catedral. Las fotos son elocuentes, de todo lo que estoy relatando.
Además, para culminar hubieron robos a vehículos frente a la municipalidad por la calle Sáenz, cuando a una cuadra está el Centro de Vigilancia y Control (CVC), que monitorea con cámaras varios lugares de Lomas y con control vehicular.
Ese día como tantos otros podría haber sucedido una desgracia. Si ese tablón impactaba en pleno rostro del chico, las heridas sufridas serían graves. La suerte estuvo del lado del chico. Y del municipio también, ya que es responsable de la seguridad, salud, y cuidado de sus habitantes.
Se ajuntan 2 notas periodísticas que muestran por un lado el trabajo del PIC en la plaza 12 de Octubre y en otra acerca del abandono del la Plaza Tomás Espora de Temperley
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