La misma metodología de barbarie se repitió en todos los casos, los parapoliciales ingresaron violentamente, destruyendo puertas, ventanas. Allí capturaron a Héctor Flores, ex-secretario de la concejal Irma Santa Cruz, lo obligaron a ingresar a uno de los automóviles, mientras el resto del grupo revisaba la casa y se llevaba documentación y varios objetos de valor. Héctor Flores pertenecía a la agrupación “Patria soberana” de Osvaldo Mércuri. Militaba en el barrio Los Pinos de LLavallol, había participado y organizado sucesivas marchas al Ministerio de Bienestar Social, cuya autoridad máxima era El Brujo López Rega con el propósito de conseguir las escrituras de los departamentos.
Esa noche, Héctor Flores había sido convocado a una reunión en el barrio San José, no estaba organizada de antemano, recibió un llamado en la casa de su madre a último momento. Flores había sido el secretario de Irma Santa Cruz hasta diciembre de 1974, estaba en la casa de ella cuando irrumpió la patota. Intentó escapar, defenderse, pero se entregó sin oponer resistencia, porque temía por la vida de Héctor Ricardo, su hijo mayor, quien lo acompañaba y a quien tenían de rehén. La banda de la Triple A amenazó a Flores con matar al niño. Esto motivó la entrega sin resistencia. Padre e hijo se cruzaron cuando liberaron al muchacho quien comenzó a correr mientras escuchaba los tiros. El niño estuvo gran parte de la noche dando vueltas por Donato Álvarez. Pasaron más de treinta años y aún persisten, en su cabeza, imágenes traumáticas de aquella noche. Héctor Ricardo no habla, sólo gesticula. Los hermanos Flores viven en el mismo barrio de la infancia, pero ni remotamente se comunican, el horror los fragmentó.